martes, 4 de agosto de 2020

El maestro Pitas

 

 Solía decir: “Me gusta retratar a gente como yo, vulgar y popular”

 Juan Carlos Lemus

 

Quisiera hoy presentarle al pintor Juan Cifuentes López, conocido como el maestro Pitas, retratista que hizo del parque central su taller durante casi medio siglo. Lo entrevisté en 1999.  La mañana que lo visité, de inmediato me puso al tanto: “A mí me llaman Tolouse Lautrec”. 

Nuestra charla fue amena, inolvidable por divertida y profunda de su parte, una de esas que no se pueden publicar enteras. Para él posaron curas, gobernantes y gente normal.  Bajito, moreno, de boina, muy serio; uno de sus zapatos tenía doble suela para enderezar su andar. Creaba claroscuros arrastrando carboncillo con un pulgar y aclarando con el borrador, técnica que aprendió en la ENAP.

Lo visité de nuevo al día siguiente de la entrevista, esa vez, con un atrevimiento. “Maestro, hagamos un trato, le doy uno de mis libros y usted me hace un retrato”. Pudo haberme mandado al carajo. ¿Por qué aceptaría el poemario de un desconocido? Sin embargo, me hizo uno que todavía conservo.

Días después, volví para decirle: “No sé si lo recordará, en los años setentas, cuando este parque tenía faroles redondos y arriates, un niño estaba por aquí sentado, andaba de capiusa”. Era yo. Estudiaba la primaria. “Usted me vio, me pidió un cuaderno y en la última página me hizo un retrato”. Tendría yo nueve años. Cuando me lo entregó, me dijo: “Estudie, patojo, no se vaya de capiusa”.  Sentí vergüenza, no creí que se me notara. Intenté una mentira diciéndole que aquel día no había clases, pero era como dormir al sueño, pues el Pitas tenía experiencia en la vida placentera; por algo era nuestro Tolouse Lautrec.

Días después, estaba yo en el local de la Terminal donde mi abuela vendía ropa. Por un golpe del azar, pasó por ahí el maestro, saludó y conversó un momento con mi bisabuela. Noté que me reconoció –claro, tenía ojo de pintor-. Sentí pánico, podría delatarme, pero se hizo el desentendido. Cuando se fue, pregunté quién era “ese señor” y me dijeron “es un pintor, almuerza por aquí”.

En el 2000 (recién fallecido el Pitas), gané el certamen de poesía Los que escriben. Después de la premiación me fui a cenar a las Cien Puertas, por entonces mi lugar nocturno favorito. No me refiero a ese Big Bang de bares que ahora hay en el pasaje Aycinena, sino a la mejor cafetería todavía abierta que dio origen a todo eso. El lugar era atendido por Vilma, a quien cariñosamente llamamos Tía.  Allí, el pintor Marlon García tenía una  exposición de su obra reciente. Uno de sus cuadros era un excelente retrato hecho al Pitas. Decidí comprárselo con todo el dinero de mi premio. En ese mismo instante di el cheque a Marlon. Con el consentimiento de la Tía, lo dejé colgado donde todavía hoy se encuentra desde hace 13 años.

Así que, si una noche va por las Cien, contemple la pintura del Pitas. Nuestro Tolouse Lautrec, filósofo de parque, murió de bronconeumonía. Ese cuadro es el símbolo de vidas entrecruzadas;  es la exposición homenaje más personal de un pintor retratado por otro gran pintor, y expuesto en el corazón bohemio del Centro Histórico. Y bueno, por si se lo estaba preguntando: no se sabe –ni aquí se sabrá- por qué pitas le decían el Pitas al buen maestro.

@juanlemus9