Solía decir: “Me gusta retratar a gente como yo, vulgar y popular”
Quisiera hoy presentarle al pintor Juan Cifuentes López, conocido como el maestro Pitas, retratista que hizo del parque central su taller durante casi medio siglo. Lo entrevisté en 1999. La mañana que lo visité, de inmediato me puso al tanto: “A mí me llaman Tolouse Lautrec”.
Nuestra
charla fue amena, inolvidable por divertida y profunda de su parte, una de esas
que no se pueden publicar enteras. Para él posaron curas, gobernantes y gente
normal. Bajito, moreno, de boina, muy
serio; uno de sus zapatos tenía doble suela para enderezar su andar. Creaba claroscuros
arrastrando carboncillo con un pulgar y aclarando con el borrador, técnica que aprendió
en
Lo visité de
nuevo al día siguiente de la entrevista, esa vez, con un atrevimiento. “Maestro,
hagamos un trato, le doy uno de mis libros y usted me hace un retrato”. Pudo haberme
mandado al carajo. ¿Por qué aceptaría el poemario de un desconocido? Sin
embargo, me hizo uno que todavía conservo.
Días después,
volví para decirle: “No sé si lo recordará, en los años setentas, cuando este
parque tenía faroles redondos y arriates, un niño estaba por aquí sentado, andaba
de capiusa”. Era yo. Estudiaba la primaria. “Usted me vio, me pidió un cuaderno
y en la última página me hizo un retrato”. Tendría yo nueve años. Cuando me lo
entregó, me dijo: “Estudie, patojo, no se vaya de capiusa”. Sentí vergüenza, no creí que se me notara. Intenté
una mentira diciéndole que aquel día no había clases, pero era como dormir al
sueño, pues el Pitas tenía experiencia en la vida placentera; por algo era
nuestro Tolouse Lautrec.
Días después,
estaba yo en el local de
En el 2000 (recién
fallecido el Pitas), gané el certamen de poesía Los que escriben. Después de la
premiación me fui a cenar a las Cien Puertas, por entonces mi lugar nocturno favorito.
No me refiero a ese Big Bang de bares que ahora hay en el pasaje Aycinena, sino
a la mejor cafetería todavía abierta que dio origen a todo eso. El lugar era atendido
por Vilma, a quien cariñosamente llamamos Tía. Allí, el pintor Marlon García tenía una exposición de su obra reciente. Uno de sus
cuadros era un excelente retrato hecho al Pitas. Decidí comprárselo con todo el
dinero de mi premio. En ese mismo instante di el cheque a Marlon. Con el
consentimiento de
Así que, si
una noche va por las Cien, contemple la pintura del Pitas. Nuestro Tolouse
Lautrec, filósofo de parque, murió de bronconeumonía. Ese cuadro es el símbolo
de vidas entrecruzadas; es la exposición
homenaje más personal de un pintor retratado por otro gran pintor, y expuesto
en el corazón bohemio del Centro Histórico. Y bueno, por si se lo estaba
preguntando: no se sabe –ni aquí se sabrá- por qué pitas le decían el Pitas al buen
maestro.
@juanlemus9